ELIZABETH

Sobre sus alas, yace el río que sumerge entre oleadas mi juventud. Sobre sus dedos, se teje cuál hilo que enlaza mi alma y su pulcritud.

La noche sedienta del día, tejía sus hebras castañas mientras sus ojos adormecían, y así el candor de su alma en secreto enlazaba la mía.
Borboteaba con vivaz inquietud la vida misma, como destello paseaba por todo su cuerpo, y en ella resplandecía, allí debajo del velo, donde moraba sus frágiles cimientos, acomodándose en la desnudez de mis adentros, flor del cielo, he de engendrarte como el mar va y trae entre sus olas destellos de sueños, y en ellos descubrir aquel miedo eterno, de no ser como el aire cuando el sol está sediento; tu sombra y menguante en días inciertos.¡Vida mía!
Plenitud ha de encarnarse en tus pupilas y avivarse en el dulce florecer de tu sonrisa, allí donde se posa mis tormentas y declinan. Solo entonces, cuando ya por fin te has hallado en mi rostro, te posas en mis brazos y en ellos te dejas caer, como aquel que ha esperado en lo eterno, lo halla y se ciñe con fuerza a él y, yo en mi tierna torpeza, me rindo al amarte y dejarme querer.
Hoy que ya me tienes sujeto a tu ser, hoy que ya deliro tu voz y prosiguen mil miedos, te osas con tu sonrisa y me vuelvo a perder, de las tantas veces que he de perderme y en ellas moriré y viviré, hasta el día que crezcan tus alas y te vuelvas mujer.
Pero siempre serás mi eterna bebé.Esta obra pertenece a JESSICA ANDREA MARIO BARRERA estando bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.


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